Borges Blanques

El origen de Borges Blanques tiene relación con un antiguo castillo ibérico de la tribu de los ilergetes. Aquella fortificación perduró a lo largo de las dominaciones romana, visigótica y musulmana.

El topónimo provendría de los sarracenos, para quienes las borges eran torres, mientras que el calificativo de blanques estaría justificado por las numerosas canteras de materiales calcáreos.

Con la reconquista cristiana del término, Pedro I el Católico lo otorgó al caballero Esteve de Marimon para que lo repoblara, en 1206. Pero poco después ya constaba como una de las posesiones del linaje lleidetano de los Sanaüja.

En el siglo XIV la villa adquirió el derecho a celebrar feria de parte del rey Pedro III el Cerimonioso. Con la muerte del último señor de los Sanaüja, los vecinos de Borges Blanques compraron la libertad y se unieron en la ciudad de Lleida, bajo la jurisdicción del veguer y los “paers”.

La guerra contra Juan II afectó de lleno al municipio, que fue conquistado en 1462 por el hijo bastardo del rey, quien lo entregó al conde de Cardona. Hasta 1481 no fue reintegrado a Lleida, con nuevos privilegios que conducirían a la adopción del régimen de la Paeria.

En el siglo XVII Borges Blanques se convirtió en cuartel general del ejército francés durante los primeros años de la Guerra de los Segadores. Después del Decreto de Nova Planta, en el siglo XVIII, se constituye en ayuntamiento independiente dentro del corregimiento de Lleida.

La Primera Guerra Carlista (1836-1839) supuso la permanencia de un batallón en la población, con los soldados alojados en las casas.

A mediados del siglo XIX llegó la expansión del aceite que acompañaría el futuro crecimiento de la villa hasta la actualidad. El último episodio histórico de relevancia fue durante la Guerra Civil, cuando la localidad se vio gravemente afectada por la batalla del Ebro.